Casi todas la película cubanas las he visto, unas me
llegan más que otras como sucede con los libros, seriales y novelas, pero esta
que acabo de ver, me tocó las fibras hasta lo más profundo.
Como no soy especialista, ni comentarista
cinematográfica, ni nada que se le parezca, no voy a comentar sobre la
escenografía, fotografía, actuación, guiones ni nada, sólo quiero compartir con
quien me lea en estos instantes, la admiración que siento por el filme.
Fui maestra hace muchos años y tuve una tutora llamada
Marisabel, tan fuerte y bien plantada como “Carmela”, la maestra de la
historia, y sí viví junto con el filme, la entrega, el amor a los niños (a
todos por igual), los valores de ambos lados y el dolor de la incomprensión.
Marisabel y Carmela, son de las que se quieren siempre,
se les respeta para toda la vida, la evocación de ambas llegó a mí y lo hice hasta el punto en que hoy sigo
arrastrando a esos niños-hombres hoy- sobre
mi espalda, me cuentan sus problemas, dudas e insatisfacciones, me hablan de sus carreras y de su familia, unos son incluso padres ya, por tanto me siento abuela con
45.
También tuve alumnos que se fueron, otros tomaron
rumbos buenos, malos y regulares, pero a todos los amé, como también amé sus
padres, que a estas alturas me dicen maestra y no Carmen Lieng.
Chala, me hizo llorar y me recordó a niños como a
Silvio, Sacha, Ángel o Evelyn. El maestro que se respeta, sabe lo que tiene en
el aula y para ello, la maestra deberá ser amiga, madre y hasta cómplice de sus
alumnos.
El filme, hecho por niños es para adultos y no sólo para los padres o para
los maestros, sino para todos los cubanos que amamos los valores y principios
éticos.
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