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jueves, 20 de febrero de 2014

Conducta



Casi todas la película cubanas las he visto, unas me llegan más que otras como sucede con los libros, seriales y novelas, pero esta que acabo de ver, me tocó las fibras hasta lo más profundo.

Como no soy especialista, ni comentarista cinematográfica, ni nada que se le parezca, no voy a comentar sobre la escenografía, fotografía, actuación, guiones ni nada, sólo quiero compartir con quien me lea en estos instantes, la admiración que siento por el  filme.

Fui maestra hace muchos años y tuve una tutora llamada Marisabel, tan fuerte y bien plantada como “Carmela”, la maestra de la historia, y sí viví junto con el filme, la entrega, el amor a los niños (a todos por igual), los valores de ambos lados y el dolor de la incomprensión.

Marisabel y Carmela, son de las que se quieren siempre, se les respeta para toda la vida, la evocación de ambas llegó  a mí y lo hice hasta el punto en que hoy sigo arrastrando a esos niños-hombres hoy- sobre  mi espalda, me cuentan sus problemas, dudas e insatisfacciones, me hablan de sus carreras y de su familia, unos son incluso padres ya, por tanto me siento abuela con 45.

También tuve alumnos que se fueron, otros tomaron rumbos buenos, malos y regulares, pero a todos los amé, como también amé sus padres, que a estas alturas me dicen maestra y no Carmen Lieng.

Chala, me hizo llorar y me recordó a niños como a Silvio, Sacha, Ángel o Evelyn. El maestro que se respeta, sabe lo que tiene en el aula y para ello, la maestra deberá ser amiga, madre y hasta cómplice de sus alumnos.

El filme, hecho por niños es  para adultos y no sólo para los padres o para los maestros, sino para todos los cubanos que amamos los valores y principios éticos.

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