No me coló café, no me preparó el desayuno, sólo se encargó de tropezar una y mil veces con todo lo que había en el cuarto para lograr que abriera mis ojos.
Ahí está, frente a mi, me sonríe y me dice buenos dias. Yo casi dormida le respondo, un poco molesta- no me gusta que me despierten- y con cara de pocos amigos: ¿qué buscas? todo está listo encima de la butaca.
Entonces lo que me dice, me hace creer que es verdad: te busco a ti
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