Samantha, mi pequeña, es fuerte como yo, simpática, leguleya y muy radical. Me registra mis cosas, le gustan mis perfumes, creyones, cremas y pinturas de uñas. Baña mis muñecas, les da clases y si no atienden, las catiga. Organiza mi cuarto (según ella soy un poco desordenada), me tiende la cama, arregla las gabetas y mis libros.
Disfruta machacar el ajo, batir el huevo para la tortilla y preparar refrescos. Me encanta esta niña que llegó a nuestras vidas el 12 de marzo de 2008 y desde entonces todo ha cambiado. Mis padres locos por ella, sus padres arrebatados también.
Sus ideas, sus juegos, su manera de pensar son una maravilla. Mi niña pequeña, mi canelita, me fascina con sus cuentos y regaños, a veces cuando no estamos de acuerdo me dice: "me parece que no nos entendemos", yo me quedo pasmada !qué manera de defenderse!, hace muy bien.
Hoy mi Samantha me vio en la mañana en pleno ajetreo por el Desfile y me llamó:" ! tía, tía! ¿vas a desfilar conmigo?- No puedo amor, tengo que trabajar, pero luego te veré; entonces decidimos tirarnos esta foto antes del desfile, me besó y se fue.
Me dolio verla irse así, sonriente contenta, tomada de la mano de su maestra recitando algún verso sencillo de José Martí, la vi partir feliz como cada pionero cubano, orgullosa de su pañoleta, fuerte, dispuesta, contenta....Ay Samantha, que bueno verte así, sin miedo a que te roben o te lleven, sin temor a verte limpiando los parabrisas en las calles, sin pensar si regresarás después de las clases.
Eres el vivo retrato que soñó Martí.
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