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martes, 28 de mayo de 2019

Escuela y familia



Escuela y familia juegan un rol fundamental en la educación de adolescentes, niños y niñas, sobre todo en estos tiempos donde el desarrollo tecnológico es cuestión de minutos y con él el desenfreno de llegar al último grito de la moda, situaciones que a veces ponen al joven a pensar en cómo sobresalir entre los que integran su grupo.  Por lo general cuando la familia nota el cambio, los profesores han advertido cómo el joven estudiante baja su rendimiento escolar, se disocia con facilidad y ello trae consecuencias negativas para su futuro.

A los hijos hay que hablarles directamente, tal y como son las cosas, que exista una mayor comunicación y un diálogo abierto. Hacerles ver que las cosas materiales son importantes pero no pueden constituir el centro de la vida, pues hay valores como la amistad, la solidaridad, la consideración, el respeto mutuo hacia quienes nos rodean y los padres tienen un lugar destacado en la escala. Existen algunos progenitores que se divorcian de la escuela, incluso se molestan cuando los maestros le llaman la atención a sus hijos por una situación determinada como las indisciplinas, y a la larga este comportamiento de tolerancia a quien únicamente perjudica es a los niños y adolescentes.


Los niños, jóvenes y adolescentes, futuro del mañana, requieren de un programa que los ayude a fomentar valores como la solidaridad, la honradez, la sinceridad… y para eso es preciso que se involucren la escuela y la familia para trabajar juntas en la ejecución de un proyecto común.

Qué bueno es descubrir la enseñanza que aporta leer un buen libro, reflexionar sobre una película, la salida en familia a diferentes lugares, visitar un museo, realizar excursiones, actividades que además de distracción, ayudan a cuidar comprender y proteger lo que nos rodea, a valorar como seres sociales y lo más importante: fortalecen el vínculo entre la familia, célula básica de la sociedad humana.

Lo lamentable es ver cómo algunos jóvenes llevan una vida ociosa llena de fiestas, discotecas, lujos y comodidades y escuchar decir a mamá: no sé qué pasó, la crianza de mi hijo se me fue de las manos.

El caso no es único. Frases como esa se escuchan en reuniones de padres, en conversaciones laborales y hasta en cualquier esquina donde se junten dos cubanos de mediana o avanzada edad, quienes aseguran que en Cuba se han perdido los valores y pienso en Martí tan sabio y oportuno cuando expresó: La casa es como un manantial perenne, de donde se sacan fuerzas diarias y nuevas, siempre frescas; y siempre poderosas para la batalla de la vida.

Cuando hagamos entre todos surtir ese manantial jamás se perderán nuestros hijos. Pienso que en Cuba no se han perdido los valores del todo y ello se aprecia en cualquier incidente que ocurre en la calle, ante la dificultad de cualquier persona, cualquiera que sea su edad, cómo todos acuden para ayudar. Eso es solidaridad. Cuando enseñamos buenos modales a nuestros hijos, a que no viertan desechos en la calle.

 Eso es amor al entorno. Cuando le mostramos que los buenos amigos siempre están en las circunstancias, ya sean buenas o difíciles, les enseñamos a valorar la amistad. Los valores deben acompañarnos durante nuestra existencia y si los llevamos a la práctica contribuiremos a formar un hombre mejor para el futuro y por supuesto, llevando siempre de la mano a la escuela y a la familia.

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