A los hijos hay que hablarles directamente, tal y como
son las cosas, que exista una mayor comunicación y un diálogo abierto. Hacerles
ver que las cosas materiales son importantes pero no pueden constituir el
centro de la vida, pues hay valores como la amistad, la solidaridad, la
consideración, el respeto mutuo hacia quienes nos rodean y los padres tienen un
lugar destacado en la escala. Existen algunos progenitores que se divorcian de
la escuela, incluso se molestan cuando los maestros le llaman la atención a sus
hijos por una situación determinada como las indisciplinas, y a la larga este
comportamiento de tolerancia a quien únicamente perjudica es a los niños y
adolescentes.
Los niños, jóvenes y adolescentes, futuro del mañana,
requieren de un programa que los ayude a fomentar valores como la solidaridad,
la honradez, la sinceridad… y para eso es preciso que se involucren la escuela
y la familia para trabajar juntas en la ejecución de un proyecto común.
Qué bueno es descubrir la enseñanza que aporta leer un
buen libro, reflexionar sobre una película, la salida en familia a diferentes
lugares, visitar un museo, realizar excursiones, actividades que además de
distracción, ayudan a cuidar comprender y proteger lo que nos rodea, a valorar
como seres sociales y lo más importante: fortalecen el vínculo entre la
familia, célula básica de la sociedad humana.
Lo lamentable es ver cómo algunos jóvenes llevan una
vida ociosa llena de fiestas, discotecas, lujos y comodidades y escuchar decir
a mamá: no sé qué pasó, la crianza de mi hijo se me
fue de las manos.
El caso no es único. Frases como esa se escuchan en
reuniones de padres, en conversaciones laborales y hasta en cualquier esquina
donde se junten dos cubanos de mediana o avanzada edad, quienes aseguran que en
Cuba se han perdido los valores y pienso en Martí tan sabio y oportuno cuando
expresó: La casa es como un manantial perenne, de donde
se sacan fuerzas diarias y nuevas, siempre frescas; y siempre poderosas para la
batalla de la vida.
Cuando hagamos entre todos surtir ese manantial jamás
se perderán nuestros hijos. Pienso que en Cuba no se han perdido los valores
del todo y ello se aprecia en cualquier incidente que ocurre en la calle, ante
la dificultad de cualquier persona, cualquiera que sea su edad, cómo todos
acuden para ayudar. Eso es solidaridad. Cuando enseñamos buenos modales a
nuestros hijos, a que no viertan desechos en la calle.
Eso es amor al
entorno. Cuando le mostramos que los buenos amigos siempre están en las
circunstancias, ya sean buenas o difíciles, les enseñamos a valorar la amistad.
Los valores deben acompañarnos durante nuestra existencia y si los llevamos a
la práctica contribuiremos a formar un hombre mejor para el futuro y por
supuesto, llevando siempre de la mano a la escuela y a la familia.
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